domingo, 25 de febrero de 2007

The Smiths: The Troy Tate Sessions


Cuenta la leyenda que antes de poner en cinta ese puñado de canciones que daría vida a "The Smiths" (1983), Stephen Patrick Morrissey y sus esbirros grabaron con un tal Troy Tate durante el mismo año. Frustrados por el sonido conseguido, se marcharon a otros lares a buscar uno más limpio y pulcro. Esas cintas quedaron ahí, en espera de que algo ocurriera. Y cómo no, la internet, ese ente nostálgico, vendría a poner las cosas en claro y darnos una mirada "alternativa" al ya alternativo debut de una de las bandas arquetípicas de los vapuleados, ignominiados y adorados '80s.
Escuchar esta versión de "The Smiths" es novedoso: las guitarras suenan nuevas, como estar en un ensayo con ellos, el bajo suena más suelto, los platillos suenan a demo, la voz de Morrissey está menos filtrada, algunas intros son diferentes. Y, por supuesto, la inclusión de dos canciones como "Wonderful Woman" (en una versión donde la letra es un poco más entendible que en su versión en single) y "Jeanne", le hacen un imperdible, un necesario para aquéllos que pasan, pasaron y pasarán los días sombríos escuchando a un grupo de muchachos que estaban acostumbrados a la lluvia, al frío, la soledad y la mano dura de Margaret Thatcher. Casi unos chilenos diría yo.

lunes, 12 de febrero de 2007

Low in Europe: Lo que la música hace al hombre




Sí, la música cansa, y tocarla cansa aún más, y tocarla por semanas, meses y años debe ser absolutamente desgastante. Este documental acerca de Low en Europa (específicamente Alemania), que intenta, creo yo, mostrar una banda en un universo propio, al filo de vender y mantenerse en su propio lenguaje original, se vuelca hacia otro lugar, reconocible pero siempre novedoso: el hastío de estar en la música. No de la música en sí, eso queda claro cuando vemos a los integrantes de la banda haciendo lo que más les gusta y que, por cierto, mejor saben hacer: tocar y cantar. Me refiero a esos desagradables momentos que rigen lo que ocurre entre no tocar y antes de tocar. Ese desgaste del tiempo en habitaciones cerradas, ese ir y venir de hoteles, ese ajetreo eterno de viaje sin fin. Eso queda transparente en las caras de los tres integrantes. La única que no parece dar con ello es esa pequeña y grácil criatura llamada Hollie, la hija de la pareja de Low. Pero se advierte en su silencio aprendido, en su cara de soledad, que algo ya se le ha transmitido de sus creativos padres.

Low in Europe es un acto fallido, un recital a medias, un documental parecido a un documental; pero también es rescatable lo crucial que se arranca de estar en la música: el precio que se paga es poderoso, y que se vive solamente para ese tremendo, absoluto momento de conjunción entre instrumentos y sonidos. Pero lo que queda antes y después es un vacío, una vacuidad tan enorme, que nada puede llenarlo y la vida se muestra tal cual es para los que han dado con la música como ancla: plana, carente de brillo y magia, estancada en la superficialidad evidente. Por eso la espera es urgente de volver a colgarse los instrumentos para tocar, escapar, adentrarse en los sonidos, que son la vía de escape del que ya ha optado definitivamente por no volver de la música, como el remedos, que mejora y mata al mismo tiempo.