domingo, 26 de agosto de 2007

Writer' Block en pos de Peter, Bjorn, and John


Para ser honesto, mi primera impresión frente a este nombre de banda tipo trío neo-folky-posible nueva sensación fue de tirria.
Y cierto día, gracias a esa singular radio que es lastfm (que, asegura, compatibilizar nuestro gusto con sólo tipear el nombre de una banda o músico de nuestro agrado) me fue dada la oportunidad de escuchar ese casi himno a estas alturas "Young Folks"; el tema lo tiene todo: un gran enganche a la primera con su rítmica y pulsada batería, su característico silbido -atención a su alusión ya al comienzo mismo de este disco- y un par de voces en el hastío y que suenan lejanas y apestadas, pero a la vez dulces e invitadoras a un algo que saborear durante un rato.
Habiendo escuchado otros trabajos de este trío, realmente este trabajo del 2006 es redondo: el pastiche que logran macerar, amoldar, y construir es potente, evocador, fuerte y, muy importante, nunca pierde su dejo de apatía, como si las canciones en realidad fueran una obligación, como una aburrida lección de colegio; lo que definitivamente les da un nuevo nivel para ser queridas.
Con su entrada en "Objects of my affection" ya se siente ese melódico trabajo que se queda ahí, dando ganas de tararear aunque sea la primera vez que se escucha la canción, y el estribillo va dando vueltas en una esquina de la mente. Y si bien hay canciones que definitivamente están hechas para no olvidarse ("Start to Melt", "Let's Call it off", "Paris 2004", "Chills", o la demasiado excelente "Amsterdam", que ojalá se convierta en el viento que siga esta veleta) , se aprecia lo orgánico del álbum y se disfruta que el orden sea ése y no otro. De todas maneras, su segunda mitad empieza a decaer y la maravilla prometida en los primeros temas tiende a perderse y el clímax nunca llega. Pero eso sólo puede significar que Peter, Bjorn, and John están en búsqueda de algo más. "Writer's Block" es derechamente discazo y, respetando la regla que impuso el año que recién pasó, es del 2006.

viernes, 17 de agosto de 2007

En Busca de lo Puritano en lo Americano (Parte 2)





Tras el desembarco y la puesta en marcha de su proyecto profundo, los puritanos denominaron al lugar en el que se establecieron "Nueva Inglaterra", la ironía era clara: los autoexiliados de Inglaterra estaban re-creando su propio mundo en un espacio al cual ellos no les interesaba, ni les creaba remordimiento instaurar en un lugar que les era desconocido e impropio un hogar reconocible sólo para ellos.
La intolerancia y el ostracismo se presenta de manera salvaje, confrontacional, y muchas veces irracional: los elegidos no pueden ser tocados ni derrotados por nadie, de lo contrario, perderian su calidad de elegidos. Es por ello que hordas de gente que abrazaban otras formas de religión, i.e., Cuáqueros, peregrinos y anabaptistas, por nombrar sólo algunos, fueron marginados o asesinados directamente para no manchar la inmaculada tierra puritana. Bajo estos preceptos se generan situaciones como la quema de Brujas en Salem al comienzo del siglo XVII. Nada puede detener la unión de la Providencia y los suyos, nada puede detener el progreso de la riqueza económica. Y a raíz de esto, es que esa extrema individualidad es el elemento arquetípico de lo que conocemos como "lo Americano": Lo vemos en todo lo exportado: Batman, el Hombre Araña, Bruce Willis en "Duro de Matar", o el máximo modelo de ello, Clint Eastwood -paradójicamente, el cinematográfico gran conquistador del Oeste tiene la palabra "Este" en su apellido- todo apunta a este ser solitario, en un mundo adverso, dispuesto a hacer lo que sea con tal de sacar adelante su empresa. La empresa. La que originalmente apuntaba a ese destello que solía indicar la buenaventura del Señor. Pero como bien advierte de forma excelsa ese genio que soportaba sobre sus hombros toda la crudeza y belleza del pueblo Ruso como Fiodor M. Dostoievsky: " Quitado Dios todo está permitido". Al perder la conección entre el beneficio material y la grotesca manera de verla como el resultado de la Providencia, el Americano quedó, lisa y llanamente, esclavo del exitismo, del individualismo, y del progreso, pero ya vacuo, sin ninguna meta, sin saber dónde dirigir esta voluntad poderosa a salir adelante ante todo. Y, a raíz de ello, es que se piensa que Elvis Presley o Bill Gates son modelos a seguir.

martes, 7 de agosto de 2007

Días de Radio y yo


Sí, ya sé que venía la segunda entrega de lo que veníamos hablando, pero en fin. Pensaba en lo útil que llegó a ser un adminículo tan dado de baja hoy por hoy como es la radio. Con la llegada del mp3, el iPod, el mp4 y tanto artilugio para guardar cantidades inconmensurables de música, la sola idea de escuchar unas (a veces) débiles señales de audio desde una radiotransmisión suena absurdo, ¿Para qué deseo escuchar algo que probablemente no toque la música que deseo en el momento que lo quiero?
Hace algún tiempo atrás -esa extraña de recordar ahora era pre-Internet-, era la radio la única manera de enterarse de qué estaba aconteciendo en materia musical. Fue gracias a programas radiales aislados, casi ostracistas a todo lo masivo, que se pudo obtener información, y, porqué no nombrarlo, canciones y obras de bandas y músicos que después harían estragos en nuestra idiosincrasia melómana.
La radio, al contrario de la Internet, era una déspota: no era lo que querías buscar, sino lo que había. Habían programas enteros en que nada parecía valer la pena y habían otros que, por el contrario, brillaban de principio a fin. Para poder eternizar este momento, era artículo de vital importancia el mentado cassette virgen para crear un registro de lo que acontecía en esos horarios. Y de todo este largo y tortuoso proceso nacía un pequeño registro al cual era utilizado, escuchado y re-escuchado hasta la saciedad.
Sí, es cierto: primaba un orden jerárquico con la radio y sus grabaciones, las cosas se planteaban con horarios rígidos y el que no llegaba a tiempo perdía, no todo lo que se grababa era altamente admirado y querido, y algunas veces era necesario sacrificar ciertas melodías en pos de otras, como la ola de lo nuevo borrando a lo viejo. En ese devenir se perdieron grandes cosas y otras altamente olvidables.
Los días de radio, llenos de esperanza, pero también de decepción.