martes, 7 de julio de 2009

Instrumentos: 1.- La Guitarra



Cuando ya pensaba que nunca más escribiría para este blog, de pronto se dieron las posibilidades de continuar.
Voy a proseguir estas entregas hablando ya no de bandas ni críticas de ningún tipo; desde ahora me referiré a los instrumentos musicales que han llamado mi atención, desde una perspectiva más bien personal, aunque trataré de añadir algún dato interesante y contingente.
Comencemos, pues, con la guitarra. He encontrado unas interesante información acerca de la etimología de la palabra guitarra:
El diseño del instrumento es una evolución de la chítara romana, pero la palabra "guitarra" nos viene del árabe gitara. Es interesante notar que ambas palabras chitara y gitara vienen del griego kithara.
Pero volviendo a la parte subjetiva y personal de esta entrega, he de decir que la guitarra siempre ha tenido una ambivalencia para mí: por un lado es un instrumento intrigante, lleno de posibilidades y texturas, simple de comenzar pero complicada y enrrevesada de continuar, un camino largo y sinuoso, como su propia forma, toma el que decide hacer de la guitarra su compañera de sonidos.
Por otro lado, la guitarra tiene esa vulgaridad exagerada y muy determinada por los medios de comunicación de masas y otras vituallas que le han dado siempre ese cariz de carretera, joven, rockera, dispuesta a ser magullada y destruída, una suerte de ramera bohemia y masoquista.
Mi primera guitarra, que me acompañó largo tiempo también, fue la guitarra que le regalaron a mi padre hace sus años ya. Recuerdo el dolor en las yemas de los dedos a medida que me familiarizaba con sus posturas; con el grosor de sus cuerdas, con la extrema diferencia entre cuerdas de nylon y metálicas, en fin.
Lo más bello fue, sin lugar a dudas, empezar a tocar las primeras canciones: cómo los rasgueos contínuos y arrítmicos empezaban a formar una canción con la cual cantar por encima de ese acompañamiento de 6 cuerdas. Y para qué decir el hecho de sacar tú mismo tus primeras canciones, entender las malignas (y borrosas) notas sacadas de un cancionero o impresas en unas hojas sueltas. Para qué hablar de la gracia y la dicha de poder acompañar una fogata con un montón de canciones y darle a esa reunión un carácter lúdico y preciado al realizar esa vieja tradición de alzar la voz, tratando que suene melódica. O las primeras bandas con la guitarra eléctrica al hombro y los destartalados primeros amplificadores o el equipo de audio de la casa, donde los parlantes llegaban a rechinar por el volumen. O ya las primeras composiciones propias, los ejercicios de escalas, el uso del capodastro, saber afinar de oído, y tantas y tantas situaciones vividas con esa amiga, a veces hasta pareja que era (y es aún) la guitarra.
Creo firmemente que aún no hay nada más bello que una persona tratando de sacar sus primeras notas en una guitarra cualquiera. El esfuerzo y la tenacidad bien valen ese tesoro oculto que entrega este instrumento cuando se le empieza a descubrir.