martes, 7 de agosto de 2007

Días de Radio y yo


Sí, ya sé que venía la segunda entrega de lo que veníamos hablando, pero en fin. Pensaba en lo útil que llegó a ser un adminículo tan dado de baja hoy por hoy como es la radio. Con la llegada del mp3, el iPod, el mp4 y tanto artilugio para guardar cantidades inconmensurables de música, la sola idea de escuchar unas (a veces) débiles señales de audio desde una radiotransmisión suena absurdo, ¿Para qué deseo escuchar algo que probablemente no toque la música que deseo en el momento que lo quiero?
Hace algún tiempo atrás -esa extraña de recordar ahora era pre-Internet-, era la radio la única manera de enterarse de qué estaba aconteciendo en materia musical. Fue gracias a programas radiales aislados, casi ostracistas a todo lo masivo, que se pudo obtener información, y, porqué no nombrarlo, canciones y obras de bandas y músicos que después harían estragos en nuestra idiosincrasia melómana.
La radio, al contrario de la Internet, era una déspota: no era lo que querías buscar, sino lo que había. Habían programas enteros en que nada parecía valer la pena y habían otros que, por el contrario, brillaban de principio a fin. Para poder eternizar este momento, era artículo de vital importancia el mentado cassette virgen para crear un registro de lo que acontecía en esos horarios. Y de todo este largo y tortuoso proceso nacía un pequeño registro al cual era utilizado, escuchado y re-escuchado hasta la saciedad.
Sí, es cierto: primaba un orden jerárquico con la radio y sus grabaciones, las cosas se planteaban con horarios rígidos y el que no llegaba a tiempo perdía, no todo lo que se grababa era altamente admirado y querido, y algunas veces era necesario sacrificar ciertas melodías en pos de otras, como la ola de lo nuevo borrando a lo viejo. En ese devenir se perdieron grandes cosas y otras altamente olvidables.
Los días de radio, llenos de esperanza, pero también de decepción.

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