miércoles, 3 de enero de 2007

Amor (antes de la) primera oída

Es realmente extraño y extravagante cómo nuestros prejuicios y juicios a la ligera, nos arman y desarman. Cuando algo o alguien nos dice, jura, y argumenta que algo es bueno o malo (esos dos únicos determinantes que parecen escapar de lo fragmentado e ínsipido del mundo "real"), inmediatamente nuestra carga valórica crea una predisposición para con ello. En música, eso es altamente complicado, sino en la vida entera.
No porque algo/alguien estatize que ese álbum, compositor o lo que sea "debe" ser escuchado, uno debe ir preparado ya para escuchar algo digno de nuestra calaña.
Voy a esto ya que rememoraba una situación personal: tuve la mala racha de leer antes, a priori, acerca de Joanna Newsom, esa extravagante "girl next door" (que me perdonen el gringaso, pero es un buen referente para esta cantautora estadounidense) que toca el arpa y el piano de una moderna forma. Fue tanta la alabanza, el encomio para esta muchachita y su álbum "The Milk-Eyed Mender", que caí prendado de su verborrea, su persuasión fuerte y segura. Debo admitir que el álbum goza de buena salud y me gusta, casi independientemente de lo leído.
Pero en millones de casos no acontece lo mismo. Artículos que juran de guata que estamos ante la reinvención de la música no son sino débiles varillazos al vacío. Ahora escucho The Ocean Blue, banda altamente recomendada y que no me produce ni frío. Desprejuiciarse es imposible -sería como arrancarse la cultura- pero a veces es bueno seguir la corazonada, sin caer en la estolidez de confiar sólo en nuestra intuición; me está dando por agregar algo en verdadera reacción alérgica al Trascendentalismo, pero por suerte esto es Música.

No hay comentarios: